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miércoles, 16 de marzo de 2011

TRABAJAR EN BARRO UNA FORMA DE CONSERVAR LA IDENTIDAD


Un reportaje sobre Edmundo Imbacuán el primer replicador de la cultura Pasto en Carchi 

TRABAJO Y VIDA DE UN CREADOR DE IDENTIDAD

Edmundo Imbacuan es considerado uno de los primeros replicadores de la cultura Pasto en el Carchi, ha enseñado su técnica a otros artesanos y expandido la cultura a Europa, Asia y América del Norte. La humildad, el trabajo compartido con su esposa, y la perfección en cada figura son sus características. 
 
 
Edmundo y Paztoriza encontraron en el barro una forma de moldear su vida

Briseño Inbacuan, su abuelo, fue de quien aprendió a encontrar restos de la Cultura Pasto y a replicar sus figuras. Su abuelo dice tenía un método muy particular de búsqueda, escavaba donde se hundían las patas de los bueyes al momento de trabajar en el arado. En ese entonces Edmundo tenía 5 años y apenas se encargaba de observar todo lo que extraían y de acompañarlos. Suficiente para aprender, dice.

Con la muerte de su abuelo su trabajo se centró en acompañar a su padre, es allí donde empieza a hacer sus primeras réplicas, terminando “piezas” que dejaba por ser inservibles, “crudas”. “Las tomaba, las humedecía y las pintaba con los mismos minerales que encontrábamos en las excavaciones y luego a modo de juego las ponía dentro de un horno de leña para que se cocinen”.

Trabajó en la terminación de los trabajos que por siglos permanecieron ocultos en la tierra. Esto fue en el 62, cuando tenía ya 10 años.

Ahora con sus 60 años, vive con doña Pastoriza quien perfecciona el trabajo de cada réplica. Ella moldea, horma las figuras, les da un baño de brillo con los mismos elementos encontrados en las tumbas de los pastos; mientras que él delicadamente las pinta copiando el dibujo de un cuaderno donde se plasman más de 300 gráficos desconocidos que ha ido sumando en casi 800 excavaciones.

Así como conserva los minerales auténticos que le sirven para dar color, forma o brillo, también guarda apilonados, junto al horno de llena donde quema las piezas que por pedido fabrica para distintas personas de la provincia, un sin número de moldes auténticos para botijuelas, tamaños de platos, ollas, con una calma que elimina la gran fortuna que conserva.

Maneja desde años atrás, por no decir desde que empezó, la técnica del color con una destreza sorprendente, que como asegura sin ningún recelo, ni misterio la compartió con reconocidos replicadores de la Provincia y de Colombia, a quienes les enseñó a moldear el barro, a mezclar los elementos, a dar con determinados colores. Asegura a ver ido a sus casas a compartir sus conocimientos, haber hecho réplicas que ellos compraban para venderlas en otros sitios como propias.

Afirma que en un recorrido con uno de sus dos hijos por el museo del Banco Central de la Ciudad de Quito hace algunos años, encontró varios de sus trabajos en exhibición, que hasta hoy no sabe cómo llegaron allí. Y es que en los casi 50 años de oficio es incalculable la cantidad de piezas con terminados muy, pero muy cercanos al original, que ha fabricado y distribuido por el mundo.

Digo mundo porque cada sábado en Otavalo más exactamente en la Plaza de los Ponchos sobre una estera de dos metros doña Pastoriza pone a la venta los trabajos de la semana. “Se los llevan para Italia, Perú, EEUU, Canadá, los prefieren por la combinación de hasta tres colores, dicen que nuestro trabajo es muy bueno”.

En Carchi son muy poco conocidos, no sabríamos decir por qué. Sin embargo a su casa ubicada en Chitan de Navarretes del cantón Montúfar llegan a visitarlos turistas de África, de España, de universidades ecuatorianas, colombianas con el único fin de conocer la técnica de sus trabajos. Sí que es extraño o no tanto, que se desconozca de ellos, de él que ha dedicado mucho tiempo a este oficio; que se desconozca sus artesanías dentro de la misma provincia, que no se de difusión desde los estamentos culturales o municipales y se deje estancada la “cultura”,la “identidad” pese a la latente necesidad de conservarla.


 
Hoy soy, mañana no soy”

Las puertas están abiertas como parte de un espectáculo impresionante de la Cultura Pasto, como un ejercicio de reconocimiento de su trabajo e identidad.

No es “egoísta”. Don Edmundo Imbacuan intentó enseñar su trabajo a niños, adultos, para que como él dice, no “morir con secretos”, invitó a estudiantes, profesores, a que aprendan, a que acepten su enseñanza sin ningún costo. Extrañamente los adultos dijeron que de ningún modo los niños “debían ensuciarse las manos con barro” cuando bien podrían dedicarse a hacer deporte.
No vencido, don Edmundo prometió pagar algo a los niños para que las tardes vayan ver y ojala así “cojan” gusto por trabajar el barro replicando las muestras de la cultura pasto, pero tampoco se pudo, los niños nunca fueron porque según los padres eso no da de comer, no es un trabajo rentable peor aun importante. 

 
Ante esto decidió jamás cerrar sus puertas y contar sus secretos a quien quiera saberlos tal y como lo hizo siempre, aunque los beneficios se lleven otros. Y así es, las puertas de su casa donde ahora quiere instalar un museo de piezas originales, réplicas, y además poder vender todo tipo de vajillas en barro,  están abiertas como parte de un espectáculo impresionante de la Cultura Pasto, como un ejercicio de reconocimiento de su trabajo e identidad.




1 comentario:

ESCRIBELO, PERO ESCRIBELO PENSANDO