El escritor dice que la
profecía orwelliana del Gran Hermano se dio vuelta: el ojo del ciudadano vigila
al poder. Pronostica además que los espías volverán a viajar en diligencia.
El célebre semiólogo italiano
afirma en una columna publicada en el diario francés Libération que WikiLeaks
es un escándalo "aparente" porque "sólo resulta tal frente a la
hipocresía que rige las relaciones entre los Estados, los ciudadanos y la
prensa". Sin embargo cree que el caso anuncia "profundos cambios a
nivel internacional".
WikiLeaks, dice Umberto Eco,
confirma que "cada dossier elaborado por un servicio secreto (del país que
sea) está compuesto exclusivamente por recortes de prensa". Ejemplo de
ello son las revelaciones estadounidenses sobre los hábitos sexuales de
Berlusconi que hace tiempo son objeto de portadas y artículos en los medios
italianos.
"El informante es
perezoso, escribe Eco, y perezoso es también el jefe de los servicios
secretos". "Entonces, ¿por qué las revelaciones sobre esos informes
hacen tanto ruido?", se pregunta. Según él, este escándalo confirma algo
ya sabido: que "al menos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y desde
que los jefes de Estado pueden comunicarse por teléfono o tomar un avión para
encontrarse a cenar, (las embajadas) han perdido su función diplomática y,
excepción hecha de algunos pequeños ejercicios de representación, se han
transformado en centros de espionaje".
Pero, dice Eco, "el hecho
de repetirlo públicamente viola el deber de hipocresía y sirve para colocar
bajo una mala luz a la diplomacia norteamericana".
"En segundo lugar, agrega,
la idea de que un hacker cualquiera pueda captar los secretos más secretos del
país más poderoso del mundo es un golpe no desdeñable al prestigio del
Departamento de Estado; por ello el escándalo es menos una crisis para las víctimas
que para los 'verdugos'".
En cuanto a lo que llama
"la naturaleza profunda de lo sucedido", Eco dice que a diferencia
del Big Brother (Gran Hermano) concebido por George Orwell en una profecía que
considera cumplida - la del el ciudadano convertido en víctima total del ojo
del poder-, "cuando se demuestra, como ahora, que ni las criptas de los
secretos del poder pueden escapar al ojo de un hacker, la relación de control
deja de ser unidireccional y se vuelve circular". Y explica: "El
poder controla a cada ciudadano, pero cada ciudadano, o al menos el hacker,
puede conocer todos los secretos del poder".
Formula entonces la pregunta
ineludible: "¿Cómo puede sostenerse un poder que ya no tiene la
posibilidad de conservar sus propios secretos?". Aun cuando considera que
en verdad los secretos develados son "vacíos" por tratarse de datos
de dominio público como el carácter de ciertos jefes de Estado, "revelar,
dice, como lo hace WikiLeaks, que los secretos de Hillary Clinton eran secretos
vacíos significa quitarle todo poder". Su conclusión es que
"WikiLeaks no hizo ningún daño a Sarkozy o a Merkel, pero hizo uno muy
grande a Clinton y a Obama".
A futuro, cree el escritor,
"los Estados no podrán ya poner en línea ninguna información reservada
porque ello implicaría publicarla en un afiche callejero". "¿Cómo
podrán mantenerse en el futuro relaciones privadas y reservadas?", se
pregunta. Su profecía es que habrá una regresión a los métodos de antaño e
imagina "a los agentes del gobierno desplazándose discretamente en
diligencias por itinerarios imposibles de controlar, llevando sólo mensajes
aprendidos de memoria, o a lo sumo, escondiendo unas pocas informaciones
escritas en el taco del zapato". Guardar informaciones en copia única en
cajones cerrados con llave será más seguro que confiarlas a la red ya que,
finalmente, "el intento de espionaje del Watergate tuvo menos éxito que
WikiLeaks"
Eco concluye su artículo con
una última observación: "En otros tiempos, la prensa intentaba comprender
lo que se tramaba en el secreto de las embajadas. Hoy, son las embajadas las
que piden informaciones confidenciales a la prensa".
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