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| El gobierno argentino expropió la petrolera española Repsol-YPF |
Por: Andrés Neuman
1.
Todo país tiene el derecho, y también la necesidad, de controlar
sus propios recursos naturales. Esa legitimidad es más profunda que
la legitimidad de ciertos acuerdos empresariales.
2.
Plantearlo como una batalla entre dos países simplifica la
naturaleza del conflicto y manipula a la opinión pública. El
problema está en la alianza entre los abusivos procedimientos del
capital multinacional y los excesos neoliberales a la hora de
gestionar el Estado. Su origen en la Argentina se remonta a la
dictadura de los años 70, y se reprodujo durante el menemismo de los
años 90.
3.
¿Acaso Repsol se financia mayoritariamente con los impuestos de los
ciudadanos de España? ¿Acaso el destino principal de sus ganancias
es el Estado y sus servicios públicos? Entonces no hay por qué
considerarla una empresa española, ni identificarse con ella.
4.
Confesión para argentinos: no hay empresas más detestadas por los
propios usuarios españoles que Telefónica, Iberia y un voraz
etcétera. No conozco a ningún español que se sienta íntimamente
representado por ellas. Lejos de separarlos, esto hermana a ambos
pueblos. ¿Quién es el enemigo, dónde está en realidad?
5.
Confesión para españoles: las multinacionales que controlan la
Argentina suelen hacer extrañas cuentas. Lloran teatralmente las
pérdidas causadas por las excepcionalidades jurídicas del país, y
callan cínicamente los beneficios desproporcionados que esas
excepcionalidades les trajeron durante largos, impunes años.
6.
La comparación entre la conquista de América y la ola de
privatizaciones de los años 90 es muy poco rigurosa. Las sociedades
precolombinas no pidieron ni negociaron el desembarco de las
carabelas. La sociedad argentina, o al menos esa mayoría que eligió
y reeligió al privatizador Menem, tuvo alguna responsabilidad en el
aterrizaje masivo de las multinacionales. Todo patriotismo bien
entendido incluye la autocrítica.
7.
En cuanto se independizó de la corona española, la República
Argentina emprendió un exterminio de sus comunidades indígenas. No
otra cosa hizo el homenajeado presidente Julio Argentino Roca. No muy
distinta era la opinión del prócer Sarmiento. El indio, el oprimido
con el que se identifica cierto progresismo latinoamericano, es el
enemigo bárbaro en el Martín Fierro, poema épico nacional.
8.
Con todos los defectos, demagogias y gestos autoritarios que puedan
criticársele, el Gobierno de los Kirchner ha sido lo mejor y más
digno que podía sucederle a la política argentina tras la siniestra
década de Menem y la hecatombe del corralito. Tan cierto es eso,
como que los Kirchner en un principio apoyaron la privatización de
YPF, empezando por su propia provincia. Bien está que se rectifique.
Mejor todavía sería admitirlo.
9.
Que gobierne una mujer en la Argentina (una mujer, se entiende,
inteligente, culta y con una larga trayectoria política) ha sido un
gran paso en la evolución social del país. Otro paso sería que
algún día, para gobernar un país latinoamericano, no hiciera falta
ser militar, o millonario, o pertenecer a una familia con
antecedentes en el poder público. Es decir, que gobernase alguien de
un origen parecido al de la mayoría de sus votantes. En este
sentido, quien no comprenda la importancia de Evo Morales tampoco
entenderá Bolivia.
10. A
la generación del 15-M, como a aquella del 98, le duele España. A
la generación del corralito, como a tantas otras antes, le dolió
Argentina. Qué extraño desconsuelo que te duelan las dos.
Tomado de:
Microrréplicas.Blog de Andrés Neuman

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