Por:
Juan J. Paz y Miño Cepeda
En
octubre de 1922, por iniciativa de la Sociedad Cosmopolita de
Cacahueros “Tomás Briones”, se constituyó en Guayaquil la
Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana (FTRE). Dos días
después, la Asamblea de Trabajadores del Ferrocarril del Sur, en
Durán, resolvió presentar al Gerente, J.C. Dobbie, un pliego de
demandas sobre jornada de 8 horas diarias y 6 días laborables,
aumento de salarios, estabilidad y otras sobre salud. Al siguiente
día los ferrocarrileros iniciaron una huelga. La alarma forzó al
gerente Dobbie a suscribir el Acta en la que fueron aceptados los
planteamientos de los trabajadores.
“Los
modernizadores aperturistas querían suprimir el reparto de
utilidades...”
Ese
éxito motivó el levantamiento de numerosas reivindicaciones y
huelgas por parte de los trabajadores guayaquileños en distintos
sectores: Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica, Empresa de Carros
Urbanos, trabajadores del gas, verteros y conductores de carros
urbanos, taller de carrilanos, cascajeros, fábricas, artesanos,
constructores, voceadores, etc. La FTRE declaró la huelga general y
Guayaquil quedó paralizada y sin luz.
El
día 15 de noviembre de 1922 fue convocada una gigantesca
manifestación de trabajadores por las calles de Guayaquil. Pero la
marcha fue reprimida a fuego abierto. Murieron centenares de obreros.
Los
trabajadores del 15 de noviembre de 1922 expresaron el despertar de
las reivindicaciones laborales en el Ecuador, un país que comenzaba
a esbozar su vía de desarrollo capitalista. Sus reivindicaciones
eran justas, en un medio atrasado a los derechos laborales, ya
conquistados en otros países. Sin embargo, las reivindicaciones
laborales de la época fueron calificadas como “comunistas” y
“excesivas”. Y la matanza obrera de Guayaquil, de la que fuera
responsable el gobierno de José Luis Tamayo (1920-1924), incluso fue
justificada con el argumento de que se había disparado contra
“saqueadores” y “delincuentes”. Todo, pues, para esconder la
responsabilidad compartida de los capitalistas de la época.
Gracias
a la Revolución Juliana del 9 de julio de 1925, por primera vez el
Estado pasó a preocuparse, como obligación institucional, de la
situación laboral de los ecuatorianos. Fueron dictadas leyes sobre
salarios mínimos, jornada y contratos. Se crearon el Ministerio de
Bienestar Social, las Direcciones de Salud y la Caja de Pensiones. La
Constitución juliana de 1929 fue la primera en consagrar los
principios y derechos laborales. En progreso, en 1938, se dictó el
Código del Trabajo.
Frente
a esos avances, desde mediados de la década de los 80 del siglo
pasado las ideas neoliberales sobre “flexibilidad laboral”
pusieron en riesgo los derechos de los trabajadores ecuatorianos. Los
modernizadores aperturistas querían suprimir el reparto de
utilidades, vincular el salario a la productividad, aumentar la
jornada, restringir el sindicalismo, suprimir indemnizaciones,
facilitar despidos, privatizar el IESS, etc. No hay duda alguna que
el ciclo político iniciado en el 2007 con la Asamblea Constituyente
y un nuevo gobierno terminó con ese proceso antilaboral. Y esta es
una de las razones que han alimentado las resistencias contra un
modelo económico distinto al neoliberal.
http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnista/archive/opinion/columnistas/2010/11/15/15-de-noviembre-de-1922.aspx
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