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martes, 29 de junio de 2010

“Las Canoas” conservan miles de recuerdos y una sola esperanza.


  Las canoas” se mueven entre diferentes historias de amor
Una historia de vida sobre María Teresa Mafla la constructora del primer centro turístico de Tulcán.

Marzo 17 de 1965, día de sorpresa” eso es lo que se puede leer detrás de una fotografía de María Teresa Mafla cuando tenía 30 años. Lo escribió quien ella dice fue su amor ideal “un piloto muy alto, un colombiano de nombre Guido Arellano”. Ese día llegó a pedirle su mano para el 14 de febrero celebrar la boda; dos días antes de la fecha prevista Guido murió calcinado al estrellarse con su avión en Yocal, Colombia.

Desde ahí nunca más me enamoré, para qué voy amar más si amé de a de veras”. No quiso conservar nada de Guido, todo quemó. Apenas guardó una fotografía de Jorge Negrete, porque según dice, se parecía mucho al cantante mexicano. “Era alto, robusto, celoso como ningún otro, tenía una valentía, una decencia; era un amor loco y peligroso”.

Teresa Mafla pasea por la gran huella triste que son “Las Canoas”

Doña Teresa se entristece en cada palabra que pronuncia. Guarda decenas de fotografías con muchas personas de quienes recuerda perfectamente sus nombres. Todo, esto y lo otro, dice, fue vivido aquí, en “Las Canoas”. Por eso es que su historia con el piloto es apenas una de las miles que ella guarda cuidadosamente en todo este lugar del que apenas va quedando minúsculos esfuerzos por mantenerlo en pie.
La historia con Guido, es muy parecida a la vivida con Alfonzo Mafla Castillo, su hermano, con quien también desde un amor, pero diferente, construyó “Las canoas”. “Le dedicamos la vida entera, lágrimas, risas; dejaba mi trabajo de oficina para a pico y pala construir este lugar. Dragabamos el río, haciamos los diques; por eso quisiera quedarme aquí plantada como uno de estos árboles, no moverme de donde están mis recuerdos y mi esfuerzo”.
A su hermano lo asesinaron a los 88 años, en su casa, cerca del lugar donde ahora inmóviles permanecen La pinta, La niña, La Santa María y La Gran Colombia; las primeras canoas que cruzaron el río Bobo llevadas hasta allí para cruzar el riachuelo de las “Las Canoas”. Ahora la habitación de Alfonso luce casi vacía. Un calendario ya viejo, estampas de santos, unas velas, son apenas su eterno adorno. “Se robaron desde las puertas, las ventanas, los focos, se robaron todo, menos la esperanza de otra vez ver cruzar las canoas por el río”.
Todo está envejecido, desde los árboles que fueron sembrados para adornar el paisaje, hasta el piso donde familias enteras celebraban sus bodas, bautizos, cumpleaños bailando horas y horas. La corriente de agua que pasaba cerca del lugar ya no existe, ahora es un pantano donde los perros juegan, y los patos salvajes han hechos su hábitat. “Las Canoas” entonces es como una huella que aguanta sol, lluvia, polvo y que se resiste a borrarse, tal y como lo hace la memoria de Teresita.
Ella no lo dice pero así se lo entiende, las muertes de Guido y de Alfonso con todo derecho marcaron su vida, su espacio. De Alfonso extraña su valentía, su decisión, su fuerza con la que dio forma al lugar, extraña su presencia; de Guido su decisión para amar, para luchar por lo que se quiere.
Todo le pertenece a María Teresa Mafla, de 76 años, desde las docenas de fotografías, el lugar viejo, hasta las tristezas acumuladas por los años como ella misma dice. “No sabe que las tristezas matan, y que las cosas que se las hace por amor son a las que se ama y por las que se muere”.
Ese es su lugar al que respeta y ama tal y como está, por eso detesta los miles de “ofrecimientos mentirosos” que a lo largo del tiempo le han hecho para rescatar y transformarlo a lo que siempre fue: “la naturaleza en su esplendor”. Pero como los grandes amores duran casi la vida entera ella mantiene la esperanza intacta de sentarse otra vez a mirar como sus recuerdos de algún modo toman vida.

“Las Canoas” una huella que se resiste al paso del tiempo
Muchas generaciones guardan historias de este lugar pues tal y como sucedió con Teresa y Guido, también otras parejas encontraban en “Las Canoas”, el entorno ideal para dar comienzo a relaciones amorosas. El lugar dejó de funcionar a partir de que un deslave interrumpió el paso de agua al riachuelo. Desde ese entonces ha perdido interés.
Teresa Mafla hace muy poco continuaba, por su cuenta propia, dragando el río, pero por su avanzada edad y problemas en la columna dejó de hacerlo. Afirma que por la inseguridad ha tenido que desmantelar el lugar para proteger sus pertenecías. Espera seguir conservando la idea con la que se creó “Las canoas”.
Al lugar se lo conocía como “Rincón la canoa bar restaurant”, llegó a ser un sitio exclusivo, donde personajes importantes de la política local disfrutaban comida y música. Nació con intereses puramente familiares pero con el tiempo se convirtió en la distracción de la población de Tulcán e Ipiales.

Tomado de: DIARIO LA RUTA



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