Por:
GUSTAVO WILLS | 8:38 p.m.
En
carta a su novia, Ofelia Romero, el periodista Gustavo Wills relata
lo que vivió el 9 de abril.
En
el momento de morir en un accidente, en 1953, Gustavo Wills Ricaurte
era uno de los más prestigiosos y más prometedores periodistas
colombianos. Había nacido en Bogotá en 1923 y trabajó en varios
periódicos. Cuando ocurrió el 'Bogotazo', el 9 de abril de 1948, su
novia, la periodista Ofelia Romero, se encontraba en Estados Unidos.
A
ella le escribió una carta donde le informa sobre los sucesos. El
texto es, en realidad, una excelente crónica periodística sobre la
destrucción que sufrió la capital aquel día. Gracias a la
colaboración de doña Ofelia de Wills, a quien hace poco rindió
homenaje profesional el Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB),
reproducimos esta página rigurosamente inédita de Wills Ricaurte.
***
Bogotá,
abril 18 de 1948
Mi
amor:
Hoy
recibí una cartica tuya. En ella dices que te explicas mi silencio
por mi ocupación. A estas horas creo que habrás mudado de parecer,
si has sabido algo de Colombia (creo que lo hayas sabido, pues en
estos días oí emisoras de todas partes del mundo y siempre las
noticias se encabezaban con el asesinato de -el caudillo Jorge
Eliécer- Gaitán y la revolución colombiana). Tu carta no tiene
fecha, pero en el sobre me parece que dice abril 9.
Ese
fue el día fatal en que se inició la hora más trágica de nuestra
historia (fíjate: tu carta, puesta el 9, la recibí hoy 18 -a pesar
de ser domingo repartieron correo-, o sea con una demora de 9 días,
cuando lo normal es 3). No sé si recibirías la última carta que te
mandé -no recuerdo cuándo-, en que incluía dos retratos, uno de
Washington y otro de Miami. Si no la recibiste, quiere decir que se
quemó en el incendio de la Avianca, el 9 de abril, aunque creo que
la mandé antes.
No
te había escrito por obvios motivos -¡Nunca por exceso de trabajo!-
debidos a las circunstancias. Como ya debes saber, el viernes 9
estalló la revuelta por el asesinato de Gaitán. Las turbas
incendiaron El Siglo, la gobernación, el Palacio de San Carlos, los
ministerios de Gobierno, Educación y Justicia, la Prefectura de
Seguridad, el Palacio de Justicia, Cromos, el edificio Cárdenas
(calle 12), la Avianca (no totalmente), el Palacio Arzobispal, la
Nunciatura Apostólica y la carrera 7a., con poquísimas excepciones,
desde la plaza de Bolívar hasta la calle 19.
El
hotel Granada se salvó porque los huéspedes montaron guardia y lo
defendieron a tiros, durante toda la noche del 9 al 10. Del Regina no
quedó ni el recuerdo. Al Capitolio le rompieron los salones, pero no
lo quemaron.
Bavaria
se salvó porque la defendieron sus empleados. Al Palace le
destruyeron y saquearon 20 locales en Bogotá. En fin, no continúo
esta horrible enumeración, porque no hay necesidad. Como comprendes,
el caos reinó en Bogotá. El pillaje duró 20 horas, hasta que el
Gobierno sacó el Ejército, que impuso el orden, efectiva aunque
tardíamente. Por todas partes se oían tiros y hoy se cuenta un
saldo mayor de mil muertos en solo Bogotá.
Todos
esto lo sabrás con detalle por un mamotreto de 20 páginas -mi
diario- que te mandaré mañana o pasado mañana. En él registré
todas mis aventuras e impresiones desde el viernes a las 8 a.m. hasta
mi regreso de Sasaima -el domingo, en plena batalla, me fui con papá
y Albrecht para allá, y las aventuras de ese viaje son una novela-.
Ese tal diario me lo está traduciendo al inglés una traductora de
la IX Conferencia (Panamericana), y lo pienso mandar a The Saturday
Evening Post. En él discrimino lo que yo creo causas y antecedentes
de la tragedia y esbozo algo sobre los personajes.
Escribir
ese diario fue mi principal actividad en la paradisíaca Sasaima,
cuya tranquilidad -dicho sea de paso- me iba rompiendo los nervios.
Apenas
llegué (el jueves) te mandé un cable tranquilizador. Solo ese día
se abrieron Marconi y All America, y solo ayer empezó a funcionar
otra vez el correo aéreo. He tenido los nervios en tensión y esa es
una explicación para que no te hubiera mandado carta ayer. Hoy
estuve tratando de llamarte, pero fue imposible: la línea estaba
congestionadísima.
Asueto
adelantado
Mi
trabajo se descongestionó en 2/3. Todos los colegios y universidades
adelantaron los asuetos de julio, para resolver -por decreto- hasta
donde sea posible los problemas de transporte (más de 20 tranvías
fueron quemados) y de alimentos -gravísimos-, ya que muchos
estudiantes son de fuera de Bogotá. Otro trabajo que desapareció
por fuerza mayor fueron mis informaciones para Últimas Noticias,
pues Rómulo Guzmán, el dueño, fue uno de los cabecillas del
movimiento y no sé si estará preso, escondido o muerto (lo peor fue
que se quedó debiéndome 100 pesos).
Como
me quedará tiempo, voy a empezar a escribir en firme mi tesis y
preparar un par de exámenes para presentar apenas se abra la
facultad -Dios mediante-, a mediados de mayo. No me puedo dejar
colgar, no sea que no alcance a graduarme este año, lo cual sería
fatal para nuestros planes.
Aunque
no quisiera, hoy tengo que dedicarme a leer o escribir, porque no se
puede hacer nada más. Durante el día estoy -cuando se me antoja- en
la Panamericana, actualmente en el Gimnasio Moderno, mientras se
refacciona el Capitolio. Pero a las 7 p.m. es el toque de queda, y
cada uno a su casa. No hay cines, ni espectáculos, ni se vende
licor, ni nada... Pero no estoy censurando. Hay razones para eso y
mucho más. Hoy, pasada más de una semana, salió Chila por primera
vez a la calle, a misa. Y en pleno centro la cogió un tiroteo y tuvo
que refugiarse en una peluquería, por una hora. Eso fue a las 11:00
a.m. Ahora, cuando estaba comiendo, oí nuevos disparos. Cómo será
de grave la situación que no se atrevieron a hacerle entierro a
Jorge Eliécer, y lo entierran el martes en su propia casa, a la que
por decreto se ha declarado Monumento Nacional.
Antes
de irme a Sasaima llamé a tu casa y me dijeron que todos estaban
bien. Ayer me encontré en el Gimnasio con Jorge, tu hermano, quien
me dijo lo mismo. Chapinero se salvó del desastre; aquí, en cambio,
estuvimos todo el tiempo en capilla: el sábado por la mañana se
colaron a esta casa diez tipos, pero yo los saqué con gran
diplomacia, sin que a ninguno se le ocurriera usar su machete y ni
siquiera decir malas palabras. Lo grave fue que Chila los vio adentro
y casi se muere de un ataque nervioso.
A
pesar de la enorme falta que me has hecho, créeme que me he alegrado
mucho de que no estuvieras aquí estos días. Ha sido un espectáculo
que repugna, entristece y da asco el de ver que nuestro pueblo se
conforma de una cuadrilla de delincuentes potenciales. Me gusta que
no hubieras visto todo eso, y que cuando llegues ya todo esté
tranquilo y normal.
No
sé si tendrás aún en vigencia el plan de venir con Marian. Sería
agradable, y haríamos lo posible por tenerla contenta. Dile, de mi
parte, que no se preocupe por las revoluciones, que esas cosas pasan
aquí solo once in a month (una vez al mes). Pero, si ella quiere,
podemos organizarle una, como agasajo especial del programa.
Escríbeme
a menudo, y largo. No sabes la necesidad que tengo de tus noticias y
de que me repitas sin cesar que me quieres.
Gustavo
Tomado de: El Tiempo
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9
de abril: El Bogotazo
Bogotá
recuerda uno de los acontecimientos más trágicos de su historia:
incendios y saqueos tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.
A
la 1:05 de la tarde del 9 de abril de 1948, Jorge Eliécer Gaitán, a
quien se consideraba como el más firme candidato a la presidencia de
Colombia por el partido Liberal, recibió tres impactos de bala que,
posteriormente, le causarían la muerte. La Avenida Jiménez con
carrera séptima, a unos pasos de la Iglesia San Francisco, fue
testigo del inicio de uno de los hechos más recordados en la ciudad
desde su fundación: El Bogotazo.
Gaitán
salía de su oficina a encontrarse con un joven estudiante de Derecho
de origen cubano de nombre Fidel Castro, a quien, según dicen, le
concedería una entrevista con motivo del Congreso de las Juventudes
Latinoamericanas. La cita nunca se daría y ese mismo día, sobre las
tres de la tarde, Gaitán moriría en la Clínica Central, producto
de dos disparos en la cabeza y uno en el pecho.
Según
testigos, el autor material del magnicidio fue Juan Roa Sierra, quien
murió linchado rápidamente por la muchedumbre enfurecida, lo que en
gran medida no dejó muchos indicios para investigar los móviles de
su asesinato así como de la autoría intelectual.
Jorge Eliécer Gaitán, a quien se consideraba como el más firme candidato a la presidencia de Colombia por el partido Liberal. |
'Que
lo mató la CIA, que lo mató el Gobierno, que lo mataron los
conservadores, que lo mataron los comunistas, que lo mataron los
Estados Unidos'... La incertidumbre, la rabia, la impotencia e
inconformidad de miles de bogotanos, la mayoría de los sectores más
pobres de la ciudad, que veían en Gaitán su esperanza política de
un país con menor desigualdad económica y con una Reforma Agraria
justa, se desató en un frenesí de violencia y destrucción que como
nunca sacudió los cimientos de la capital.
La
ciudad fue devastada por los enfrentamientos, calle a calle, entre
partidarios liberales y conservadores, entre el Estado y los alzados
en armas, entre los saqueadores y quienes trataban de recomponer el
orden de una ciudad. Tras varios días de revueltas quedaría el
pavoroso saldo de cerca de 3.000 personas muertas o desaparecidas y
más de 146 edificaciones destruidas, sobre todo, al centro de la
ciudad.
Las
revueltas tendrían su eco en otras ciudades del país y 'El
Bogotazo' daría inicio a lo que los historiadores llaman como el
pico y el inicio de la época de La Violencia, tras la cual más de
200.000 colombianos perecerían a causa de la guerra partidista.
Tomado de: Colombia Aprende
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